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domingo, noviembre 29, 2009

PETER PETRAKE


Es indudable que mi infancia esta marcada por una serie de títulos concretos, entre los que se encuentran Laszivia de Jan, con quien descubrí el sexo en los tebeos o el Papa Noel de Raymond Briggs quien me descubrió la faceta más cotidiana del señor de barba blanca que montaba en trineo, situándolo en un plano más apartado del mito. Y este Peter Petrake de Miquel Calatayud que ejerció un papel muy poderoso en el descubrimiento de lo sorprendente que puede llegar a ser la memoria. Antes de seguir explicando este aspecto, es necesario situarnos en la consulta del médico en Madrid, más concretamente en la sala de espera. Chiquillo, aburrido y nervioso empecé a leer un suplemento infantil titulado, creo, Gente Menuda en el que aparecía una historia completa de Peter Petrake, más concretamente Final de fiesta. Esta historia repleta de colorido y rostros extrañamente sonrientes en situaciones de tensión ejerció en mí una fascinación absorbente quedando impreso en los recovecos más inescrutables de mi disco duro. El paso del tiempo, confabulado con su cómplice, el olvido, me hicieron creer que se me había borrado todos los pormenores referentes a este episodio. cuando empezaron a anunciar la recuperación de Peter Petrake por parte de El Patito Editorial, algo empezó a removerse en mi base de datos…
No me negaran que el solo hecho de pronunciar el título de Peter Petrake conlleva ciertas advertencias acerca de lo íntimamente sonoro y rítmico de su nombre. De esta manera, intenté ordenar mis remembranzas en pos de alguna pista que me indicase que alguna vez repasé ese título. Sin embargo, lo único que conseguí fue la certeza de que Peter Petrake se cruzó al menos una vez en mi camino sin conseguir recordar su aspecto. Hubo que esperar un poco más para que, una mañana con desayuno y periódico sobre la mesa, apareciese en mis manos el último ejemplar de Galimatías, otro suplemento infantil que incluía a modo de publicidad un episodio completo de Peter Petrake. Y, casualidades de la vida, con el mismo título que había leído en aquellas remotas consultas madrileñas. Su lectura fue tan sorprendente como encontrarse con un viejo amigo que nunca hubiera cambiado de aspecto. Dicen que la memoria es traicionera pero lo cierto es que encontré todas las viñetas y los textos exactamente como los recordaba. Tardé bastante tiempo en darme cuenta de que ya no estaba en la sala de espera de Madrid sino en Santiago tomando el desayuno antes de irme al trabajo.
Es sorprendente como una publicación leída hace más de veinte años, con el difuminado de los actos más intrascendentales de mi infancia, retorne como un fogonazo. Anticipándome a todas las viñetas, comprobando que apenas habían modificado su impresión dejada en mí, no solo en los aspectos visuales sino también en las sensitivas. La persecución de los perros con una sardónica sonrisa en los labios de Peter Petrake y una extraña alegría en su acompañante femenina volvieron a registrarse en mi percepción del momento. Anomalía. Exclamación. Tensión. Los Bomberos de la penúltima viñeta recitando a coro las consecuencias del accidente como en un musical. Quizás todo ello se deba a la excesiva originalidad plasmada en aquel momento, anticipándose a muchos autores de aquel entonces. Extravagancia que, descubierta por primera vez se recuerda mucho más fácilmente, como el primer beso.
Y ahora un poco de formalidad teórica. Peter Petrake fue creado para la revista Trinca durante la década de los 70, humeando psicodelias con su estilográfica y tiñendo coloraciones impregnadas de esencia pop, empleando una sobreexplotación de tópicos de las películas de Bond y de espionaje. La mezcla resultante es un divertido cómic que no requiere una forzosa lectura sino más bien un dejarse llevar por las hipnóticas imágenes, toda una experiencia sensorial para la vista y que ahora ha recuperado El Patito editorial en una excelente edición (un poco cara para mi gusto) que incluye el inacabado Pop Carrusel con motivo del cierre de la revista Trinca en el número 65.

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jueves, noviembre 26, 2009

COMPRAS JUPITERIANAS

PETER PETRAKE: Este cómic, más concretamente el capítulo Fin de fiesta, se me había quedado grabado al leerlo durante la consulta del médico. Lo más curioso es que después de 20 años todavía seguía allí el suplemento infantil del ABC en el que venían publicadas. Todo un derroche de elegancia Pop y alucinante psicodelia de un joven Miquel Calatayud. De compra obligada nada más ver el anuncio. Una cuidada edición, un acierto de la joven editorial El Patito, a la que solo se le puede achacar un relativamente elevado precio.

LASZIVIA: Otro de los traumas de mi infancia al descubrir en una tienda de segunda mano las aventuras eróticas de Jan, el autor de Superlópez y Pulgarcito. Un cómic que me hizo descubrir el sexo de los heróes del tebeo, acompañado de un exquisito diseño y dosis de humor a raudales. Una rareza en la trayectoria del autor.

SACHA: Trabajo en solitario de Charles Berberian interesante por su grafismo expresionista y onírico. Publica Bang a un precio atractivo.


NODAME CANTABILE 10: Imposible asociarlo con Tomoko Ninomiya, la autora de Vidas Etílicas. Aunque perdió bastante el humor del principio, se ve compensado por la elegancia y el buenhacer de Tomoyo en las escenas musicales.

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domingo, noviembre 22, 2009

UNA DEDICATORIA, UNA RESEÑA. CAFÉ BUDAPEST



Aunque el asturiano Alfonso Zapico ya había debutado con La Guerra del profesor Bertenev (publicado en Francia) su segunda obra, Café Budapest, es su carta de presentación en el panorama nacional y creo que no ha podido destaparse de mejor manera, dentro de lo que se le pide a un debutante.

La historia arranca en el propio Budapest, en 1947 con Yechezkel Damjanich y su madre Shprintza viviendo en la miseria como consecuencia de la segunda guerra mundial y el hecho de ser judíos supervivientes. Sin embargo, se les presenta una oportunidad en forma de carta enviada por el tío del protagonista desde Palestina donde les ofrece cobijo y seguridad. Sin embargo, las cerriles convicciones religiosas de Shprintza chocan con las de su hermano Yosef, con un pasado comunista que parece haber abandonado...

En todo caso, el encuentro se produce tiempo después y acaban viviendo en una casa, bajo la cual se encuentra el Bar con el mismo nombre de la ciudad de la que escaparon. A partir de ahí Chaskel diminutivo de Yechezkel) conocerá la tolerancia racial y religiosa reinante gracias a la diversa afluencia que puebla el bar, ambiente al que su madre parece resistirse encerrándose en su cama.

Sin intención de contar detalladamente toda la historia diré que Chaskel también conocerá el amor a través de la musulmana Yaiza y compartirá su pasión por la música a través del padre de esta, además de participar de la euforia general por la creación del estado Israelí. Sin embargo también asistirá al declive de la armonía multicultural de la ciudad y su degeneración.

Lo más sorprendente de la historia que nos propone Zapico es la complejidad de sus coordenadas espacio-temporales, es decir, aborda sin miedo un tema, un lugar y una época para contarnos una intriga que, si no hubiese hilvanado bien, pudo haber caído en, simplemente, un intento, un quiero y no puedo. Pero este no es el caso, sino que reúne y dispone todos los elementos con una agradable habilidad narrativa, una buena documentación y acompañados de un amplio elenco de personajes que cumplen con sus funciones de representación de cada una de las partes del complejo entramado político-social de Palestina. En cuanto a su capacidad gráfica, aunque se aprecia cierta evolución, sigue una dinámica muy expresiva, al que solo se puede achacar cierta dosis de amable caricatura en los momentos más dramáticos.

Por lo general, un tipo que acaba de comenzar en esto del tebeo suele ser muy diferente a lo que nos ha ofrecido Zapico en su Café Budapest pues sus comienzos suelen ser vacilantes, llenos de dudas y errores, acompañados de un tono que indica que todavía no es un profesional, en el buen sentido de la palabra. Pero Zapico ha cogido el toro por los cuernos y nos ha ofrecido una novela gráfica que cumple todas las expectativas con sobrado talento y verdadera pasión por su creación.

Un autor del que más nos vale no perderlo de vista a partir de ahora.

Dedicatoria de Zapico

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